Envuelta en una bruma galesa, ella lo mira debatirse. Le sale un resto de la cola de pescado por el borde de la enagua que disimula el cortejo y su recuerdo.
¡No hay futuro aquí! le grita, desde el acantilado.
¡No te empecines! vocifera.
Pero es inútil: por más que abre la boca, a sus palabras se las lleva el viento. Y la tormenta. Y el rugido de las aguas que extraviaron a Ulises.
Deshilacha el vestido y sacude los harapos en señal de rendición. Pero él no advierte sus gestos, está demasiado ocupado en mantenerse a flote en medio de las olas.
Así lo ve llegar exhausto, hasta su mano.
¡No hay futuro aquí! le grita, desde el acantilado.
¡No te empecines! vocifera.
Pero es inútil: por más que abre la boca, a sus palabras se las lleva el viento. Y la tormenta. Y el rugido de las aguas que extraviaron a Ulises.
Deshilacha el vestido y sacude los harapos en señal de rendición. Pero él no advierte sus gestos, está demasiado ocupado en mantenerse a flote en medio de las olas.
Así lo ve llegar exhausto, hasta su mano.
[Texto de Andrea Guiu]
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